viernes, 3 de mayo de 2013

Parir con derechos


En la semana del Parto Respetado, Violeta Vázquez desmenuza y explica en detalle la ley 25.929 que ampara a las mujeres desde el embarazo hasta el posparto.
 Toda mujer, en relación con el embarazo, el trabajo de parto, el parto y el postparto, tiene los siguientes derechos:
a) A ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos procesos de manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternativas.
b) A ser tratada con respeto, y de modo individual y personalizado, que le garantice la intimidad durante todo el proceso asistencial y tenga en consideración sus pautas culturales.
c) A ser considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto.
d) Al parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona por nacer.
e) A ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales.
f) A no ser sometida a ningún examen o intervención cuyo propósito sea de investigación, salvo consentimiento manifestado por escrito bajo protocolo aprobado por el Comité de Bioética.
Los primeros puntos rondan sobre un mismo concepto, el derecho a conocer, elegir, y ser respetado. Derechos de todas y todos. Más allá de la actividad jurídica, tenemos que repensar cómo hemos entregado nuestra libertad, nuestra individualidad e incluso nuestra dignidad a cambio de pertenecer. La exclusión y el miedo a la no pertenencia al clan es el que nos aleja de nuestra autenticidad y nuestra individualidad. ¿Cómo puede ser que lleguemos a necesitar leyes para defendernos y para reclamar lo que es obvio simplemente por ser persona? Es posible porque nosotras mismas, las mujeres, nos hemos entregado a cambio del supuesto amor y visto bueno de nuestros parientes, empleadores y comunidades. Entregamos el saber ancestral del útero y la menstruación, entregamos nuestra conexión con la intuición y nuestra confianza en nosotras mismas como madres. Tenemos que esperar resultados de análisis y papeles que nos cuenten qué tenemos y cómo somos por dentro. En otras épocas y culturas, las mujeres podíamos “sentirnos” y adueñarnos de nuestro propio cuerpo. Hace menos de un siglo le entregamos el parto al sistema médico hegemónico y, comprando el discurso de la “seguridad”, nos desconectamos fácilmente de nosotros. Así perdemos responsabilidad y nos convertimos en cuerpos anestesiados, bloqueados, temblorosos y carentes de autoconfianza. Lo que esta ley nos está diciendo es: “recordad que ustedes son dueñas de sus cuerpos, las únicas que realmente pueden saber qué necesitan y, por la tanto, las únicas que pueden elegir qué, cómo y cuándo”. Para elegir, en un parto, debemos ser informadas de cada procedimiento que se irá a hacer con nuestros cuerpos y el de nuestros hijos, justamente para no sentirnos abusadas y desilusionadas de nosotras mismas por abrirnos de piernas sin preguntar nada. El parto no deja de ser un hecho sexual en la vida de la mujer y, sin embargo, no cuidamos nuestra sexualidad cuando nos volvemos madres. Cuando ya nuestras madres y abuelas se desconectaron de sus cuerpos para pertenecer a su grupo, para no sentir el dolor que causa el poder, es muy difícil contar con las rutas y los caminos hacia el interior de una misma. Los profesionales y el saber quedan afuera y yo me transformo en un envase vacío a llenar con decisiones externas. Las parejas que vamos a parir tenemos derecho a elegir qué hacer con nuestros hijos, a asesorarnos, a comprender el fundamento de cada acción, a ser tenidos en cuenta en las decisiones que respectan a nuestra salud. Parece que estamos más entrenados en comprar electrodomésticos y hacer valer nuestra voz en el mundo del consumo, que cuando se trata de nuestra historia personal y está todo regalado al azar.
Tenemos que cambiar nuestra relación con la patología y nuestro concepto de la enfermedad, para comprender lo importante de cuidar nuestra fisiología y dejarnos de asustar y asquear de nosotras mismas. ¿Cómo podemos pretender que respeten nuestros tiempos si nosotras mismas no los conocemos?
g) A estar acompañada por una persona de su confianza y elección durante el trabajo de parto, parto y postparto.
h) A tener a su lado a su hijo o hija durante la permanencia en el establecimiento sanitario, siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales.
¿Qué significa para nuestra sociedad actual estar en permanente contacto físico y emocional con nuestro hijo y nuestra pareja? Significa: mujeres desinteresadas por el mundo laboral, empoderadas, enfocadas en las necesidades de sus hijos, mujeres que renuncian a su ego, a su identidad social y a sus roles laborales para entregarse al mundo interno, para aprender a defender sus necesidades más instintivas. Créanme, estar acompañada o no estarlo es la cuestión equis de la vida. Cualquier hecho se supera gracias al sentirnos equipo y al estar sostenidas y amadas en los momentos más críticos. Si en el parto estamos con nosotras mismas y con nuestra pareja, el poder se incrementa... Aprovechemos esta ley y logremos entrar todas acompañadas a los quirófanos y a las salas de parto y hagamos de éstos ambientes cálidos y portadores de sentimientos no estériles.
 i) A ser informada, desde el embarazo, sobre los beneficios de la lactancia materna y recibir apoyo para amamantar.
j) A recibir asesoramiento e información sobre los cuidados de sí misma y del niño o niña.
k) A ser informada específicamente sobre los efectos adversos del tabaco, el alcohol y las drogas sobre el niño o niña y ella misma.
Artículo 3º.- 
Toda persona recién nacida tiene derecho:
a) A ser tratada en forma respetuosa y digna.
b) A su inequívoca identificación.
c) A no ser sometida a ningún examen o intervención cuyo propósito sea de investigación o docencia, salvo consentimiento, manifestado por escrito de sus representantes legales, bajo protocolo aprobado por el Comité de Bioética.
d) A la internación conjunta con su madre en sala, y a que la misma sea lo más breve posible, teniendo en consideración su estado de salud y el de aquélla.
e) A que sus padres reciban adecuado asesoramiento e información sobre los cuidados para su crecimiento y desarrollo, así como de su plan de vacunación.

 
Artículo 4º.
El padre y la madre de la persona recién nacida en situación de riesgo tienen los siguientes derechos:
 
a) A recibir información comprensible, suficiente y continuada, en un ambiente adecuado, sobre el proceso o evolución de la salud de su hijo o hija, incluyendo diagnóstico, pronóstico y tratamiento.
b) A tener acceso continuado a su hijo o hija mientras la situación clínica lo permita, así como a participar en su atención y en la toma de decisiones relacionadas con su asistencia.
 A veces podemos defender de nuestra sumisión a nuestros hijos mayores. Reclamar entrar con ellos a quirófanos cuando tienen dos o tres años o internarnos con ellos si sufren alguna patología y no podemos hacer esto con nuestros bebés recién nacidos que están infinitamente más vulnerables. ¿No nos pertenecen nuestros bebés? ¿Por qué sentimos esa falta de apego al principio? ¿Será justamente como les pasa a otros mamíferos, que pasadas las primeras dos horas de vida, si son separados de sus crías luego del nacimiento, no las reconocen como propias? 
Todo es “mío”. Mi casa, mi auto, mi trabajo, mis amigos, mis vacaciones, menos nuestros cuerpos y los cuerpos de nuestros pequeños milagros.
Tenemos derechos pero la lucha más importante no es hacia afuera ni en contra de nadie sino hacia adentro y hacia la honestidad total con una misma.
No es nada fácil hacer valer nuestros derechos, porque las mujeres embarazadas y puérperas no podemos ser guerreras porque, hormonalmente, esa faceta está desactivada. Necesitamos a los hombres de aliadosEsta ley no está reglamentada y es difícil hacerla valer, pero el cambio viene de nosotras. Y tendría que ser un cambio femenino: amoroso, paciente y sostenido. Particularmente no creo en la militancia sino en las transformaciones personales y en la entrega hacia el no juicio. Y eso sólo cambia el mundo.
c) A prestar su consentimiento manifestado por escrito para cuantos exámenes o intervenciones se quiera someter al niño o niña con fines de investigación, bajo protocolo aprobado por el Comité de Bioética.
d) A que se facilite la lactancia materna de la persona recién nacida siempre que no incida desfavorablemente en su salud.
e) A recibir asesoramiento e información sobre los cuidados especiales del niño o niña.
Violeta Vazquez

No hay comentarios:

Publicar un comentario